Las primeras iniciativas industrializadoras del siglo XVIII se vieron frenadas por la inestabilidad de la guerra de la Independencia, por el estancamiento que representó el reinado de Fernando VII y por el negativo impacto de la pérdida de las colonias americanas sobre el comercio. Superadas estas dificultades a partir de los años treinta, se asistió a una primera industrialización, que comenzó por el desarrollo de la siderurgia, coincidiendo con la inestabilidad política en el Norte a causa de las guerras carlistas.
La siderurgia andaluza fue la más importante de España entre 1833 y 1866.
Centrándonos en la zona de Málaga (Marbella), en 1826, Manuel Agustín Heredia, exportador de vinos y aceites, junto a otros comerciantes, creó La Concepción, una fábrica de hierro con tres altos hornos, que fueron los primeros de España.
Alrededor de 1840, Heredia era el primer industrial siderúrgico español.
Juan Giró creó en Marbella en 1841 la ferrería "El Ángel", con tres altos hornos para hierro colado.
A partir de 1862, con el cierre de la fundición de eta fábrica, llegó la decadencia: el empleo de carbón vegetal como combustible había destrozado los bosques mediterráneos de la costa y el carbón asturiano que comenzó a reemplazarlo no podía igualar su calidad, por lo cual no era competitivo. Además, al mismo tiempo la siderurgia del norte, con un carbón barato, experimentó un gran crecimiento. El hierro andaluz, con un alto coste de combustible, dejó de ser rentable y las fundiciones se vieron obligadas al cierre.
En 1833 el mismo Heredia levantó en Málaga, en las playas del Carmen, la ferrería «La Constancia», por el sistema de afinación a la inglesa, trayendo para ello maquinaria y operarios ingleses. Las razones que le condujeron ello fueron: por un lado, la necesidad de conseguir fletes menos caros y de eliminar arrastres; de otro, el deseo de controlar mejor el negocio y la mayor disponibilidad en Málaga de mano de obra.
Quedó la fabricación dividida en dos partes: en Marbella, la fundición del mineral en hornos altos para obtener hierro colado; en Málaga, el moldeo del hierro fundido, la afinación, forjado, recalentado y pasado por los cilindros, obteniendo hierro dulce, útil para todos los usos.
En la década de los treinta, el fracaso en la formación de una sociedad para constituir un complejo con el hierro vizcaíno y el carbón asturiano y el inicio de la guerra carlista, que paralizó la actividad de las forjas tradicionales de las zonas de los pirineos y cantábrica, hicieron posible la expansión de las fábricas malagueñas, y hacia 1840, Heredia era, no sólo el más importante ferretero español sino también el más destacado empresario de la península.
La siderurgia malagueña mantuvo su impulso hasta mediados de los años sesenta, pero los problemas que acabarían con ella venían de atrás. Su gran obstáculo fue la energía. La dificultas de abastecerse de combustible barato impidió continuar la competencia con los altos hornos del cantábrico. El carbón, llegaba demasiado caro al puerto de Málaga, ya fuera asturiano o inglés. La gran esperanza para los ferreteros malagueños fue el carbón cordobés del valle del Guadiaro. Como última opción, esperaron a la terminación de la línea ferroviaria que uniría la fábricas malagueñas con las minas de Bélmez. Desgraciadamente, la tardanza llevó al cierre a las empresas malagueñas. Además, el transporte del carbón resultó más caro de los previsto, con lo cual los precios de fabricación seguían siendo muy altos.
Manuel Agustín Heredia Martínez
La Concepción, Marbella siglo XIX
La Constancia, siglo XIX
Juan Francisco Giró Zufriategui
Érika!!! Precioso trabajo!!!
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